Foto: Cristina Merlano |
Las mujeres que aparecen en el escenario transmutan en cálidas voces el vocabulario escrito transformándolas en palabras. Ellas son narradoras, sin embargo cruzan el límite inspirativo de la acción y se me antoja estar ante un grupo de actrices que me llevan a compartir las fantasías de Gracielita, la protagonista del libro, de una manera provocadora y a la vez sutil. Cada una con un estilo definido, las trece mujeres que aparecen y desaparecen en las tablas, saben agigantar el fuego cálido de un arte milenario, logran provocar en el espectador la risa espontánea, la ternura repentina y los recuerdos imborrables de nuestra niñez, nuestra escolaridad, nuestra comunión y secretos que desgarran la pre adolescencia. Sin dudas, un buen trabajo de César Pascual y María José Failache a cargo de la dirección y puesta en escena
La voz infantil, aniñada, permite que el drama que rodea la vida de la protagonista, llegue con la fuerza del desparpajo que la mirada de los chicos tiene sobre los adultos. Y ellas, las narradoras-actrices, logran captar la esencia misma de la autora. Seguro que Graciela, en el lugar que esté, estará orgullosa de Paula Giménez, Graciela Capellino, Gloria Scolari, Cecilia Jaurena, Susana Búsico, Marta Fábreguez, Graciela Hernández, Zulma Rodriguez, Pochi Arrieta, María Teresa Velasco, Miriam Santiago, Sandra Moreno, Gilda Zaniboni, un grupo de mujeres que pasean su inspiración por distintos lugares de la región.
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