Intendente Campana, atrapado por una situación límite que no le permite desarrollar el crecimiento que el pueblo espera. |
La naturaleza impone sus condiciones. Tal vez nos alerta. General Villegas forma parte de un desastre geográfico-económico que afecta a una franja importante del país. Así, el riesgo de perderlo todo se avizora como algo tangible. La palabra riesgo implica la proximidad de un daño, desgracia o contratiempo que puede afectar la vida de los hombres. ¡Vaya si no damnifica al hombre! Especialmente al que abraza la labranza del campo como medio de vida. Y, por extensión, a todos los que dependemos de la tarea agrícola ganadera.
También afecta su conducta, lo coloca en una posición incómoda, lo hace actuar de manera irreconocible.
Al desastre de las inundaciones se suceden acciones individuales y colectivas que generalmente provocan situaciones límites como peleas entre los propios afectados, reclamos sin asidero por situaciones que tensa la relación. Y también aflora algo que me llama la atención: buscar un culpable. Siempre la culpa es del otro, especialmente de aquél que tenga mayor jerarquía. En el caso de la inundación villeguense el culpable es el intendente y, por arrastre, quienes lo acompañan en la tarea de gobernar. Puede ser responsable, pero ¿culpable?.
Cada uno de nosotros tratamos de apoderarnos de la verdad. La verdad absoluta se forma de la suma de las verdades relativas, definía un filósofo. Y así estamos, hilvanando verdades. El amplio espectro político local suma individualidades, no está a la altura de las circunstancias, ni aún dentro de Cambiemos, que debiera mostrar unidad, consenso y ayudar a un intendente que está políticamente debilitado. Por otro lado, la oposición hace su propio juego, fieles a sus convicciones los ediles suelen disparar cataratas de opiniones que en nada contribuyen a aliviar la situación. Algunos lo hacen desde la buena voluntad y otros buscando protagonismo.
Los periodistas no estamos exentos de cometer nuestros propios errores. Solemos disparar títulos e imágenes catastróficas con tal de atraer al público y en algunos casos sin medir consecuencias. Un periodismo que en el último año adquirió un protagonismo interesante, alzando su voz y marcando errores y aciertos impensables en el anterior gobierno.
Hago hincapié en estos dos sectores porque es aquí donde más se reitera la frase sobre la ausencia del estado. ¿Es realmente así, tal cual lo platean? Me pregunto, sin pecar de ingenuo. Al menos tanto el estado provincial como el municipal mantienen, desde que asumieron, un trabajo y una presencia constante. Que lo hayan hecho bien, mal o regular es discutible. Pero negar que el intendente Campana se pusiera la inundación al hombro es de una necedad sin sentido. Mientras más repiten que el estado está ausente, la gente termina convencida que es verdad, pero la verdad es un hilo muy delgado que se corta ante la demostración de un hombre que la pelea en soledad. Con sus pares de la región acechando cual leones dispuestos a mostrar sus garras. Y cuando digo que está solo lo digo convencido que ni aun sus propios concejales muestran señales de solidaridad, ni siquiera el Comité de la UCR promueve acciones o sale a respaldarlo. Los concejales, todos, reiteran una y otra vez que el estado municipal está ausente. Los he visto en la plaza junto al pueblo, los he visto fotografiarse allí donde el agua refleja la ominosa falta de obras, los he visto y oído pronunciarse en diferentes medios nacionales, todas acciones tendientes a mostrar su preocupación ante la adversidad. ¿Acaso ellos no son parte del estado municipal? ¿No es, entonces, una contradicción decir que el estado está ausente? A no ser que no quieran hacerse cargo de una situación que también los responsabiliza.
El hombre común, la gente de los pueblos, muestra cabalmente que querer es poder, frase gastada pero aplicable más que nunca. Dan el ejemplo. Está bien que así sea porque no siempre podemos esperar todo del estado, no podemos quedarnos sentados esperando todas las soluciones, mientras más nos movamos como pueblo estaremos construyendo una mejor sociedad. Si estos vecinos que se calzan las botas y arremeten contra el agua (hasta riéndose de sus propias locuras, en situaciones a veces surrealistas) creen que el estado (provincial o municipal) estuvo ausente, lo hará saber en las urnas. No necesita que una y otra vez se lo repitamos. No necesitan, en estos momentos, otra preocupación que salir como se pueda de una inundación que no conoce antecedentes en el partido de General Villegas.
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