Cada vez que un intendente pronuncia su discurso de apertura de Sesiones Ordinarias del HCD un caudal de opiniones fluye desde distintas vertientes. Desde la oposición el agua baja turbia, por no decir sucia, emergen como peces vocablos de desánimos, descreimiento, con la proyección de un futuro incierto. Dardos disparados con precisión para un colectivo que espera esas palabras pues son las que necesita para alimentar su negatividad hacia todo lo que signifique obras y precisiones que realice el gobierno de turno. Por otro lado, la corriente trata de ser más calma desde la orilla del oficialismo, donde aquellos que acompañan el accionar gubernamental, tienen que salir en defensa de un proyecto compartido.
Cuando todo el arco opositor no rescata nada de las acciones realizadas durante un periodo de trabajo, suena raro y poco creíble. ¿Pero qué se puede esperar?
Ahora es el Intendente Eduardo Campana, antes lo fue Alberto Ballari, Gilberto Alegre u Horacio Pascual. Todos ellos sufrieron los agravios de quienes estaban sentados en las bancas opositoras. Todos ellos tuvieron discursos aburridos, con pocos contenidos, con poco para rescatar. Todos ellos tuvieron discursos brillantes, con proyecciones de obras, trasparentes. Esto es así porque cada uno escucha lo que quiere escuchar.
En este contexto está la gente, el único receptor que saca sus propias conclusiones. Están los ciudadanos que se preocupan por leer el discurso anual del poder ejecutivo y por escuchar las opiniones de los representantes de los diferentes bloques. Son los menos. Tienen una opinión formada. Entiendo que hay una gran franja etaria y demográfica que no se toma el tiempo de leer o escuchar el texto completo. Sin embargo tienen un concepto formado: el que le da la observación y el día a día a través de los trabajos y acciones que el municipio lleva a cabo. A este sector hay que tenerle respeto porque es, en definitiva, quien no canjea su voto por palabras bonitas.
Toda la tarea realizada por el gobierno de Campana es importante. Al menos es importante para el sector donde llegan esas acciones. Por ejemplo, regularizar la titularidad de las propiedades es significativo para un colectivo en particular; que el parque industrial esté registrado en el Registro Nacional de Parques Industriales es importante para los industriales; finalizar la obra del colector cloacal que une el sector de la nueva Terminal de Ómnibus con la planta depuradora es importante para el barrio Progreso y así podríamos enumerar otros ejemplos.
Todo eso pierde visibilidad porque hay un tema elemental y urgente que no llega: la vivienda. Mientras ello no ocurra, el proyecto de gobierno estará en deuda. La promesa de las 100 viviendas lo condena al intendente. Tendrá que revertirlo para que en la próxima campaña no prosiga como leitmotiv de la oposición y de la gente. Sobre todo de la gente. El sabe que el proyecto del círculo cerrado es un aporte, no una solución.
Por último, a estas alturas ya hemos observado la gestualidad y la dinámica oratoria de Campana. Hemos aprendido que no adelanta los proyectos que ya tiene planificado. Según su modo de gestionar, primero prefiere hacer y luego decir. Claro, que esta manera de accionar, es un límite impreciso que conduce a la no comunicación. Un riesgo que debería evitar.
Raúl Ernesto Comba
Banderaló Noticias
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