Banderaló (6/12/19) - Tipo sencillo por donde se lo mire. La sonrisa le brota con facilidad, tanto como su ceño fruncido cuando trata con un paciente que no lo pasa fácil.
Soy contemporáneo suyo. Nos conocemos casi desde el primer día de su llegada. Empecé mi carrera periodística justo el año que arribó a Banderaló (1982), le hice muchas entrevistas y hasta el día de hoy, dice, no se acostumbra.
La nota se transformó en un compendio de anécdotas. Para cada pregunta tiene una historia.
El 3 de agosto de 1982 vino a nuestro pueblo para no irse más. En la primera conversación que mantuvo con Héctor Delfino, por entonces delegado municipal, se entera que hubo un médico (Dr. Cimino) que vivió en nuestro medio durante 28 años, entonces exclamó “¡tánto tiempo!” y aun hoy no puede creer que ya haga 37 años que está aquí, superando esa estadística.
“Cuando llegué tenía 26 años y que te digan que un médico había estado 28 me pareció una barbaridad, pensé que iba a ser muy difícil estar tantos años en una comunidad, pero evidentemente han sido placenteros porque pasaron muy rápidos. Han pasado 9 años más de esos 28 y, si todo sigue bien, van a transcurrir unos cuantos más, sin dudas, y después seguiré de jubilado definitivo, porque tuve la suerte de encontrar mi lugar acá”.
Adrián es una persona de principios y convicciones firmes. Recuerda particularmente a dos médicos porque ellos le inculcaron esos principios, así como también el respeto y la responsabilidad.
El último día en el Centro de Salud, al revisar algunos cajones, encontró cosas de hace muchos años. Otra anécdota fundamenta el párrafo anterior:
“Mirá, Raúl, en primer año de medicina lo que uno quiere hacer es aprender a poner inyecciones. Por lo menos era así en esa época. Entonces fuimos, con un muchacho que también era de Junín y que empezamos juntos, a la Asistencia Pública de Rosario. Nos relacionamos con el Servicio de Dermatología y le dije a la gente a cargo de ese servicio que nosotros queríamos aprender. Bueno vengan cuando quieran, nos dijeron no con un poco de molestia pero tampoco se pusieron muy contentos. Empezamos a concurrir todos los días, a la tardecita y a veces a la mañana y hubo dos profesionales que eran del Servicio de Dermatología: el doctor José María Cabrini y el doctor Alberto Schoeller, que era alemán, uno era profesor en el Hospital Centenario y el otro en el Hospital Carrasco, que nos adoptaron a mi amigo y a mí, tal vez porque nos vieron chicos del interior. Primero empezamos trabajando con ellos, después nos invitaron a visitar la casa hasta que nos integraron de una manera tal que bastante seguido íbamos a la casa de ellos a comer con la familia, con los hijos que ellos tenían y nació una gran amistad con estos dos profesionales.
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Con el Dr. Schoeller, amigo y referente |
El alemán Alberto Schoeller estuvo en Banderaló, almorzando en el Bar El Pocho en un viaje que él pasaba para Bariloche. Fueron las dos personas que me enseñaron normas de conductas, manejo de pacientes, el respeto, la responsabilidad; yo los recuerdo con mucho cariño y, revisando esos papeles viejos, encontré notas de Schoeller y Cabrini y me puso muy contento porque fue como revivir.”
Tal vez el hecho que sus dos referentes ya hayan fallecido, toca sin nombrarla, el tema de la muerte, tan emparentada con su profesión:
“Recordarlos me hace tomar conciencia que esto alguna vez se termina. Yo siempre digo que uno tiene que pensar que en algún momento esto se termina, a veces no importa el tiempo que transcurra, 70, 80, 50… no importa. Lo importante es cómo transcurrimos ese camino y si no, lo que nos queda de ese camino, aprovecharlo y vivirlo de la mejor manera posible”.
El doctor Polito es de las personas que recuerdan sus orígenes. Le pido que me cuente aquello de que necesita sentir el frío para no olvidar cómo fueron sus primeros días en Banderaló.
“Llegué el 2 de agosto y el 3 empecé a trabajar. ¡Hacía un frio! Techo Duarte me había preparado una estufita de cuarzo que no sé si tenía dos resistencias o una. Después tenía que salir a hacer las visitas y ese frio que sentía en la piel, era un frio distinto, el clima era una cosa distinta. Nunca me hizo mal el frio, siempre lo toleré muy bien y ahora no puedo, por ejemplo, usar mangas largas. Me molestan. Por eso muchos me dicen: doctor no tiene frio que anda de magas cortas, no… no tengo frio, porque así me siento bien y la sensación, cuando ando afuera esos días de frio, o voy a hacer una visita y me bajo de mangas cortas, es un poco recordar como si anduviera caminando en esa época hace 37 años atrás”.
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"La familia ha sido fundamental para la toma de decisiones" |
Leí por ahí que una persona agradecida, interpreta la realidad que lo rodea de forma positiva. La siguiente anécdota (te dije que esta nota es un compendio de anécdotas) nos muestra porqué este doctor, juninense de origen pero banderolense por adopción, supo interpretar la realidad de este pueblo y por ello ser una persona agradecida.
“Me han hecho sentir muy cómodo hasta por demás, desde que vine Raúl, tengo que agradecer a mucha gente, cuando digo mucha es mucha, por no decirte a todos. Me acuerdo, por ejemplo, que hacía 20 días que estaba acá, vine el 3 y el 24 falleció mi suegra, la mamá de María Rosa, me acuerdo que agarré un bolsito y salía para la terminal, para el Club Ingeniero que ahí paraba el micro, y pasa un señor que me pregunta: doctor va para Villegas, lo llevo. No, le digo, tengo que ir a Junín porque falleció mi suegra. Ah! me dijo, suba, suba. Yo subí a la camioneta. El hombre me llevó hasta su casa, levantó el portón que tenía y me dijo: a mí me gustan los coches, aquí tiene. Era un Torino. Nuevo. En esa época un Torino era un auto que muy poca gente lo tenía. Me dice: mire, está con nafta, con aceite, vaya cómodo. Le digo: pero escúcheme, yo voy pero no sé si vengo mañana y me dijo usted venga cuando quiera, cuando se desocupe. Y viajé en un auto nuevo, espectacular, llegué a Junín y me dicen: ¿y ese auto?, ¿de quién es? Yo no sabía. No me creían. No lo sé… ¿cómo no vas a saber? ¡No! Me lo prestó un señor que no sé quién es… Ese señor era Aníbal Forletti. De ahí para adelante empezaron a suceder cosas de ese nivel y me han tratado en forma extraordinaria”.
La vida sigue su paso inexorablemente. Trae consigo finales, etapas que culminan. Y es así que desde hace una semana ha pasado a retiro (Bah, en realidad hombres con su personalidad nunca se retiran), se jubila. No de su profesión, sino de su tarea en el CAPS, Salita de Primeros Auxilios si te queda más claro.
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Inauguración del CAPS |
Un nuevo camino lo espera: tener su propio consultorio privado.
Y una nueva ansiedad, casi como una obsesión: seguir siendo el mismo doctor Polito para toda la comunidad.
“Cuando se consiga solucionar el problema habitacional va a empezar una doctora a trabajar en el Centro de Salud. Voy a trabajar en un consultorio que va a ser mío, particular. Voy a seguir manejándome como lo estaba haciendo con la diferencia que todo lo que tenga que hacerse a través del hospital tiene que ser en el Centro de Salud. Te da una cierta libertad, si bien cumplís horarios, días, pero con la posibilidad que ahora uno decide por sí mismo, si mañana tengo que hacer algún trámite ya no tendré que avisar y dejar cosas planeadas porque no queda nadie, ahora va a quedar alguien que puede solucionar situaciones en mi ausencia. La vez pasada hablaba con varios pacientes que siempre me dicen lo mismo, cada vez que usted se va pasa algo, yo les digo no es que cada vez que yo me voy pasa algo, pasa algo todos los días. Sucede que, cuando yo no estoy, se nota; cuando estoy, de alguna manera le buscamos la solución, pero cosas de urgencia: caídas, golpes, cuerpos extraños oculares, crisis hipertensiva, mareos, accidentes hay generalmente todos los días, no es que cuando yo me voy pasan estas cosas”.
Pienso que es muy difícil ser respetado. Logró hacerse respetar, como hombre y como profesional, lograr el respeto es algo inherente a la personalidad de cada individuo, ¿no le parece doc?
“Yo no sé si en todos los pueblos se manejan igual. Acá entro a un negocio y digo ¡buen día! Y todos saludan: buen día doctor, ¿cómo le va?, voy a un club: pase siéntese… La atención, la deferencia que hay, sigue siendo siempre igual. Yo lo siento siempre igual. Y eso es extraordinario ¿viste? “
Entonces surge el tema del agasajo que la comunidad prepara para esta noche de viernes 6 de diciembre.
Y, como no podía ser de otra manera, contesta con otra anécdota:
“En realidad fui a atender a un hombre que se accidentó en el gimnasio y justo que salía para hacer esa visita vienen dos personas a la salita, Rubén Duarte y Luis Eliceche, pensé que me venían a buscar por este hombre que se había accidentado: voy para allá les digo. No, pero tenemos que hablar con usted, bueno vengan para el gimnasio que tengo que ver a un accidentado. Me acompañaron y me ayudaron con el accidentado hasta que se solucionó el caso y les pregunto qué es lo que necesitan, queremos saber si el 6 de diciembre usted va a estar en Banderaló. Si, pienso que si ¿Por qué? Porque queremos organizar una cena agasajo, no hace falta, si yo voy a seguir, igual nosotros la queremos organizar, si ustedes la quieren organizar yo estoy dispuesto porque cuando se trata de reunirse con los afectos no se puede decir que no”.
Cerrar una nota es complicado. Es lo que más me cuesta. Recurro a lo básico: ¿cuál es tu mensaje a la gente de Banderaló?
“El mensaje siempre es el agradecimiento. Esa conjunción de afecto, de bromas que te hacen, del humor que le ponen y trato de ponerle yo también, la confianza, el respeto, sobre todo el respeto, hace que uno se sienta muy conforme en el balance de haber transcurrido estos 37 años, nada más y nada menos.”
Hasta pronto Doctor. Lo veré esta noche en la cena. Seguro nuestros caminos seguirán cruzándose.