Banderaló, octubre 19 - Cuando leí la frase supuse que no era un viaje más. Que tenía un motivo. No me equivoqué.
Hay personas que viajan porque sí, por aventura, por descubrir los maravillosos paisajes de nuestro país, porque les gustan los desafíos. O, como en este caso, buscar el modo de acercarse a la persona que uno ama.
Esta tarea de periodista que te lleva a preguntar y husmear cuando una historia te atrae, te ofrece también la posibilidad de compartir sensaciones que atraviesan el alma.
Por eso comparto esta nota.
Eduardo Merlano partió de Banderaló el viernes 8 de octubre junto a sus amigos Fabio Goedelmann y Javier Delgado, “para mí estaba el desafío de llegar lo más alto posible, los chicos lo sabían y me acompañaron”, adelanta Eduardo, que, como sabemos, es el papá de Tomi, que falleciera a los 7 años en el recordado accidente ocurrido el 3 de noviembre de 2011 junto a otros niños y madres cuando regresaban a Banderaló tras haberse probado en el estadio de Racing, en el partido bonaerense de Avellaneda. Historia conocida por nosotros pero que debe mencionarse para los lectores de tantos rincones del país y el mundo que lean esta nota.
Esas ganas de acercarse al cielo lo llevaron hasta el Abra del Acay, la ruta nacional más alta del mundo, a 4895 metros donde el ripio es el protagonista.
- ¿Hiciste el viaje porque si, por aventura o por qué?
- Un poco de todo, para mi era llegar lo más cerca del cielo posible.
Una escueta respuesta que no necesita ampliarse.
El comerciante relata con entusiasmo el viaje que lo llevó a recorrer, en moto, lugares como Tafí del Valle, la Quebrada de los Sosa, en medio del bosque tucumano – boliviano; Humahuaca a donde llegó transitando una ruta muy angosta llamada Ruta de la Cornisa entre Jujuy y Salta.
Luego Iruya, "uno de los pueblitos más lindos que hay a 4000 metros del nivel del mar", describe Eduardo que sigue mencionando lugares hasta llegar a el Abra del Acay, allí, aguantando el viento que soplaba a 100 kilómetros por hora, pudo vivir su instante de magia mostrando la camiseta de Huracán, equipo del que era hincha Tomi, igual que su papá, igual que su abuelo el Beto…
El viaje terminó el 15 de octubre cuando regresó a Banderaló, donde lo esperaba su familia: Fabiola, su esposa; Valentina y Pilar, sus hijas.
El desafío – homenaje estaba cumplido.
Queda otro: Llegar al segundo cruce fronterizo más alto del mundo que se llama Aguas Negras, “ lo vamos a hacer cuando estén abiertos los cruces hoy cerrados por la pandemia”, adelanta Eduardo, en esta suerte de recuerdo cuando faltan pocos días para que se cumplan 10 años de una tragedia que enlutó a nuestro pueblo.
En fin. Hay gente que viaja por viajar. Hay otras, que lo hacen para encontrar la revelación de ser uno mismo.