Integrantes de la Comisión, breve descanso luego de haber iniciado la limpieza del predio. |
El 1º de septiembre de 1900 llegaron a Banderaló las vías del Ferrocarril Oeste de Buenos Aires, pasando entonces, a ser una pequeña estación en torno a la cual, lentamente, se fueron afincando pobladores, en gran medida inmigrantes procedentes de Italia, que se dedicaron a ser chacareros como sus descendientes argentinos.
Antes que esto ocurriera, el 20 de julio de 1894, el Ferrocarril Oeste de Buenos Aires (más tarde denominado Ferrocarril Domingo Faustino Sarmiento), firma el contrato para la construcción del ramal General Villegas a Banderaló en un tramo de 34 km. El 28 de agosto de 1900 se dicta un decreto para la apertura provisoria y el 1º de septiembre se inaugura la estación con el nombre Banderaló. Desde entonces ha sido testigo del paso ininterrumpido de trenes, prueba de ellos en 1942 pasaba el tren de pasajeros El Cóndor que llegaba a Banderaló procedente de Once los días lunes, miércoles y viernes a las 9:20 horas y regresaba los días martes, jueves y sábados a las 18.45.
El 25 de febrero de 1953 llega por primera vez el tren rápido El Ranquelino. Lo hizo a las 17 hs en su viaje inaugural de ida y el 1º de marzo comienza a correr semanalmente. El 4 de mayo de 1980 pasa el último tren de pasajeros.
La privatización ferroviaria en Argentina fue un proceso comenzado en 1991. El Gobierno argentino, bajo la presidencia de Carlos Menem a partir de 1989, inició una serie de reformas neoliberales que incluían la privatización de empresas de servicios públicos (teléfono, gas, electricidad y agua), junto con toda la red ferroviaria.
La privatización comenzó con el otorgamiento de concesiones a largo plazo a empresas para la operación del transporte de mercancías. Así, estas vías fueron concesionadas a la Empresa Ferro Expreso Pampeano S.A. De modo tal que el tren de pasajeros es remplazado por el tren de carga. Las estaciones quedan vacías. Se transforman en espacios para la cultura o, como en el caso de Banderaló, se alquilan a empresas privadas.
En el año 2008 se desarrolló el proyecto de reactivación de servicios de pasajeros en el tramo Lincoln a Realicó, pasando por Banderaló. El servicio comenzó a operar regularmente desde agosto de 2011, sin embargo no presta servicios de pasajeros desde agosto de 2015.
Durante ese breve tiempo, la estación no prestaba servicio como tal, ya que la empresa Cereal Oeste S.A. había alquilado el inmueble a la empresa concesionaria en el año 1998 y tenía, desde entonces, sus oficinas montadas en la antigua estructura edilicia. Esta empresa decide rescindir el contrato y así, desde mayo de 2016, la estación de tren queda otra vez sin ser utilizada. Surge una vieja aspiración: convertir este lugar histórico en un Centro Cultural.
El 28 de abril de 2017 el Honorable Concejo Deliberante de General Villegas aprueba por unanimidad el Proyecto de Ordenanza 3843/17 donde se realiza un contrato de comodato con FerroExpreso Pampeano S.A. referido a la cesión de predios Estación Banderaló. El emblemático edificio será destinado para que funcione el Centro Cultural, donde se llevarían a cabo los talleres que actualmente se dictan en la ex salita de primeros auxilios: Tejido, bordado, costura, yoga, pintura sobre madera, expresión artística, ritmo latino, costura, cerámica, pintura china. Todos talleres a donde concurre un importante número de banderolenses en busca de un espacio para la creatividad y esparcimiento.En este contexto, la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de General Villegas, mantendría una reunión con la Comisión Directiva del Centro Cultural para, oficialmente, ceder este espacio cargado de historia.
La utilización de las estaciones de trenes abandonadas para fines sociales y culturales es un fenómeno que se viene dando en Argentina desde hace ya varios años. En 2003, el arquitecto Jorge Tartarini, investigador del Conicet, especialista en Preservación del Patrimonio Arquitectónico, contabilizó cerca de 3.165 estaciones, de las cuales un 30 por ciento todavía está en uso, un 10 por ciento se encuentran en ruinas o demolidas, y el resto se utiliza como viviendas de particulares y también para usos comunitarios.