Mucho se dice de la Navidad y en el mundo virtual hay demasiados (para mi gusto) mensajes pesimistas, negativos. Muchos de esos mensajes nacen del dolor, ese nuevo y asombroso ejercicio de hacer catarsis a través de las redes sociales. También están aquellos que aprovechan la coyuntura política y hacen su propio jueguito especulativo. Circula por allí un texto que habla de "las sillas vacías" en relación a quienes van dejando esta transición terrenal, ya sea de manera natural o trágica. Me detengo en este texto para mirarlo de otro costado. Para convencerme que la vida debe ser honrada. Y entonces digo: no tengo sillas vacías. Tengo seres queridos, como todos, que se han ido a los brazos de Dios a vivir otro plano. El dolor por esa partida es un duelo que atraviesa el corazón hasta que finalmente se convierte en un dulce recuerdo. No tengo sillas vacías porque por cada ser que muere, hay un ser que nace. Allí donde se sentaba mi padre, se sienta ahora un sobrino; donde se sentaba mi madre se sienta ahora una nieta; donde lo hacía mi hermano lo hace un amigo. En mi intención de no generar espacios vacíos le concedo a la muerte la oportunidad de redimirse a través de otra vida. Cada ser es particular y precioso e insustituible. Es cierto, como es verdad también que la naturaleza nos prodiga con nuevos nacimientos. Esto es maravilloso.Por eso, en esta navidad, celebremos la vida. No dejes sillas vacías, invita a un amigo, a un pariente, a alguien especial que te ayude a superar la ausencia. Jesús nace esta noche, Él trae la promesa de nuevos tiempos, que imaginamos mejores.
¡Feliz Navidad!
Raúl Comba
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