Banderaló, mayo 2 - A 4 décadas de un triste epìsodio para nuestra historia como el hundimiento del ARA General Belgrano, brindamos nuestro homenaje a dos héroes como lo son el banderolense Juan Tula y el villeguense Fabián Siri y recordamos cómo fue el hundimiento del crucero.
JUAN BAUTISTA TULA / SOBREVIVIENTE DEL ARA GENERAL BELGRANO
Juan Bautista Tula nació en Nueva Galia, San Luís, el 18 de marzo de 1962, llegó a Banderaló cuando tenía 7 años junto a sus padres Vicente Tula y Narcisa Peralta.
Completó el ciclo escolar en la Escuela Primaria Nº 6 y su vida transcurría igual a la de los demás jóvenes de su época hasta su incorporación al servicio militar obligatorio en Puerto Belgrano con 19 años recién cumplidos. Hizo dos meses de instrucción y luego fue destinado a un barco que navegaba una o dos veces por año y que en ese momento estaba en reparación: el Crucero ARA General Belgrano.
El 2 de abril de 1982 estalló la guerra de Malvinas. La vida de Juan cambiaría para siempre.
El ARA General Belgrano fue el único barco hundido por un submarino nuclear en la Guerra de Malvinas el 2 de mayo de 1982. Causó la muerte de 323 argentinos. Sobrevivieron 770, entre ellos Juan.
En una publicación para el diario Crónicas de 1982, nuestro héroe local relataba el momento preciso del ataque: "Era el 2 de mayo a las 4:30 cuando salimos fuera de las 200 millas marinas, fuera del bloqueo, estábamos a 35 millas argentinas. El comandante del buque nos había dado descanso porque estábamos fuera de peligro. Yo agarro el jarro para ir a la cocina para tomar el mate cocido y luego me pongo a charlar con un pibe de Chacabuco cuando pegó el primer torpedo. Nos sorprendimos, creíamos que había explotado una caldera. Sin embargo, cuando pega el segundo, sí fue en la caldera, el buque quedó a oscuras y comienza a incendiarse. Todos gritaban. Estábamos asustados. Era desesperante ver que el buque comenzaba a inclinarse. Tiramos las balsas salvavidas y esperamos la orden del comandante. Finalmente da la orden y comenzamos a tirarnos a las balsas.
Lo importante era alejarnos del buque. Remábamos con los remos, con las manos, todo valía para alejarnos del buque y evitar que nos succionara. Junto a 18 compañeros naufragamos hasta el día siguiente. A las 17 horas nos encontraron pero recién nos rescataron a las 21. El buque que nos rescató fue el Gurruchaga que nos llevó finalmente a Ushuaia. Allí nos abrigaron y nos alimentaron para luego llevarnos en avión hasta Río Grande. Desde allí, en otro avión, nos trasladaron hasta la Base Naval de Puerto Belgrano desde donde repartieron a los sobrevivientes en colectivos llevándolos a sus provincias".
Tras su regreso, a Juan, igual que a la mayoría de los ex sobrevivientes y ex combatientes, le costó hablar del tema. Con el paso del tiempo, terapia con un psicólogo y charlas con los demás sobrevivientes del partido de General Villegas donde surge la creación de un Centro de Ex Combatientes, ahora, puede contar su experiencia.
La ayuda y la contención familiar fueron muy importantes. Juan se casó con María Castro el 18 de febrero de 1989 y de este matrimonio nacieron Federico el 22 de abril de 1990 y Francisco el 27 de agosto de 1993.
FABIAN SIRI, DESAPARECIDO DURANTE EL HUNDIMIENTO
FABIAN SIRI, Héroe Nacional caído el 2 de mayo de 1982 en el hundimiento del Crucero A.R.A. “Gral. Belgrano” era compañero de Juan, quien se refiere a Fabián como su amigo mientras que en palabras de su madre, Fabián era una persona carismática, demostrativa, que daba la vida por los demás. «Era un ángel, alguien muy especial. De hecho, en un viaje donde había muchos ex combatientes nos contaron que Fabián ya había salido de proa envuelto en una frazada, pero se volvió para ayudar a sus compañeros heridos; y no regresó más. Mentalmente yo siempre digo «¿por qué te volviste Fabián?'», expresó su madre.
Fabián Siri era radio operador en el crucero ARA General Belgrano e hizo el curso en la misma base de Puerto Belgrano. Tenía tan sólo 20 años. Hizo la secundaria en la Escuela Agropecuaria y guardaba fuerte devoción por sus hermanos, especialmente por Alejandra, la más pequeña, a quien llamaba «nena».
«Él se preocupaba por todos, cuando Alejandra terminó el secundario pidió permiso para venir a la fiesta de egresados y lo hizo; también quería que ella siguiera estudiando. Su proyecto era ser alguien para que yo no trabajara más. En una familia tan grande siempre hay un ídolo y en nuestra casa era él».(Entrevista a Paula SIri, Diario Actualidad)
ULTIMOS MOMENTOS DEL CRUCERO
El hundimiento del ARA General Belgrano se produjo el día 2 de mayo de 1982 a las 17:00 horas en Latitud 55°24´S y Longitud 61°32´W.11 y fuera de la zona de guerra establecida.
Pocos minutos antes de las 16:00 el submarino nuclear HMS Conqueror recibió la orden de hundir al ARA General Belgrano. A las 16:02, mientras los artilleros que se encontraban de guardia probaban algunos mecanismos y la Torreta II buscaba posibles blancos en el horizonte, el buque se sacudió violentamente fruto de una poderosa explosión, seguida del cese inmediato de energía e iluminación que paralizó a los 1093 tripulantes.
Este fue el primero de los tres torpedos MK-813 lanzados por el Conqueror desde una distancia de 5 km aproximadamente (aunque solo los 2 primeros dieron en el blanco, el tercero golpeó en el casco del Bouchard sin estallar.
Unos momentos más tarde una segunda explosión se produjo en la altura de proa de la nave. Este segundo impacto provocó el desprendimiento de 12 metros de la proa del barco. Inmediatamente comenzó la inclinación a babor, cesó la fuerza motriz y se apagaron las luces, la generación eléctrica de emergencia también quedó inutilizada. Hacia las 16:05, se dio la orden de zafarrancho de siniestro, pudiendo constatarse que únicamente las líneas con la Central de Control de Averías estaban totalmente disponibles. Esta se encontraba en la cubierta 05. Los puestos de combate de Control de Averías distribuidos en todo el buque estaban en una situación muy crítica, habían sido gravemente afectados por las explosiones y los daños causados eran demasiados y muy importantes como para controlarlos con los medios disponibles en ese momento. Se inició la apertura de las puertas estancas que daban a la cubierta principal para permitir agilizar la evacuación de las zonas inferiores, tarea extremadamente complicada debido a que la red de parlantes había quedado fuera de servicio.
En la cubierta principal se localizaba la Central de Comunicaciones, el responsable de la misma ordenó el procedimiento necesario para esas situaciones, incluyendo el embolsado de las claves secretas en bolsas lastradas. Estas bolsas fueron arrojadas luego al mar. El personal de la Central colaboró activamente en todo lo que fuese necesario.
Una cubierta más abajo se encontraba el cuarto de radio y, cercano al camarote del comandante, se encontraba el CIC (Centro de Información y Combate del buque). Los daños en esta sala fueron variados y provocaron algunas heridas al personal por caída de tuberías y parte de los tableros de información. Pese a la oscuridad y otros inconvenientes, todo el personal salió y logró llegar a la cubierta principal.
La sala C-1 tuvo un repentino corte de energía, pues los generadores principales 1 y 2 habían cesado ya de operar. El comedor de la tripulación, ubicado sobre el compartimiento C-2, fue el área más afectada y donde más efecto tuvo sobre la tripulación, debido al humo las linternas individuales no lograban alumbrar más allá de 30 centímetros.
La enfermería se situaba en la tercera cubierta. Cuando las explosiones se produjeron, el encargado de guardia organizó el desalojo en medio de la oscuridad reinante. Poco después llegó el médico cirujano que comenzó a prestar ayuda a los heridos y quemados. Un enfermero comenzó a recibir personal que llegaba desde popa, bañados en petróleo y con quemaduras, proveyéndolos sábanas y cubrecamas. El trabajo de primeros auxilios era intenso, además de los heridos y quemados, se debió atender a los hombres con principios de asfixia debido al humo. El personal de sanidad corría por las cubiertas bajas, revisando los camarotes para que no hubiera personal malherido que pudiera quedar abandonado. En el momento que concluyeron en que no había internados en la enfermería y que los camarotes estaban vacíos, se procedió a recoger mantas y se dirigieron hacia la cubierta.
Durante esos minutos, el personal comenzó a dirigirse a las estaciones de abandono asignadas. El buque tenía 72 balsas salvavidas, de las cuales 62 eran las necesarias y el resto eran de reserva. Las órdenes llegaban a través de simples megáfonos de mano y se retransmitían gritando lo más alto posible. Abundaban los heridos, quienes llegaban cargados a hombro por sus compañeros. El jefe de sanidad, una vez supervisada la evacuación de los internados en la enfermería, se dirigió también a la cubierta y junto a otro oficial de sanidad, aplicó morfina a los casos más graves.
Hacia las 16:10 la inclinación (escora) aumentó 1° por minuto, por lo que el barco ya tenía 10° a babor. El casco comenzó a hundirse con mayor incidencia de popa, debido a la gran entrada de agua al hangar y a la sala de máquinas. Como prevención, se comenzaron a arrojar las balsas al agua, que se abrieron automáticamente al caer. Quedaron flotando al costado sujetas por las amarras. Pocos minutos más tarde se estabilizó la inclinación y creó la esperanza de que el buque se mantuviera más tiempo a flote. Por la rapidez de los sucesos, algunos tripulantes llegaron a cubierta muy desabrigados y se les comenzó a auxiliar con lo que se tuvo a mano, se improvisaron una especie de ponchos a partir de las mantas de lana de las camas. Varios intentaron el descenso a las cubiertas inferiores para ayudar a sus compañeros, y algunos perdieron su vida en ese intento.
A las 16:23 el comandante Héctor Elías Bonzo dio la orden de abandonar la nave. Comenzó así la maniobra de abandono. La marejada que había, dificultó la visión y comunicación entre las balsas, por lo cual algunas quedaron sobrecargadas con 30 personas y otras subocupadas con no más de 3 personas. A las 16:50 la escora de 60° preanunciaba el hundimiento, y en 10 minutos el crucero fue engullido por las aguas del Océano Atlántico.
OPERACION DE RESCATE
Una vez que la noticia del hundimiento del ARA Gral Belgrano llegó al continente, se dispuso inmediatamente el operativo de rescate. De tal operación formaron parte las siguientes unidades:
2 Aviones Neptune
1 Avión Fokker
1 Avión Electra
Buques Gurruchaga, Bahía Paraíso, Bouchard y Piedrabuena.
Al destructor Piedrabuena se le ordenó regresar a toda máquina al lugar, mientras el Bouchard seguiría aún alejado. Las condiciones meteorológicas eran precarias, había una fuerte tormenta que dificultó seriamente a los buques llegar a la zona. El Piedrabuena fue el primero en hacerlo, pero en el punto de contacto (donde se presumía que había sido el ataque) no quedaban rastros, ni del ARA General Belgrano, ni de las balsas salvavidas.
Aproximadamente a las 09:00 del lunes 3 de mayo, el avión Neptune 2-P-111 de la Armada Argentina, comandado por el capitán Pérez Roca, avistó en la zona una gran mancha de petróleo, pero la localización de las balsas seguía siendo negativa.
Sin embargo, durante esa búsqueda de sector, cerca de las 13:00, el suboficial Ramón Leiva desde un blister trasparente que el Neptune tenía en su morro, logró el contacto visual con las balsas. Rápidamente se dio aviso a las demás unidades de búsqueda del avistamiento de un gran campo de botes salvavidas que se extendía por aproximadamente dos millas marinas (unos cuatro kilómetros a la redonda), y que se encontraban cerca del destructor Piedrabuena.
Comenzaron así los trabajos de rescate, siempre dificultados por la fuerte tormenta que azotaba el Atlántico. En gran parte de las balsas se encontraba algún fallecido, heridos, quemados, y la mayoría de los supervivientes presentaba principios de hipotermia en algunas partes de su cuerpo (en casi todos los casos las piernas). (Wikipedia)
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