El cardo ruso, o yuyo volador, era el principal elemento para hacer las fogatas. Hoy, prácticamente ha desaparecido. |
Cuando llegaba el esperado día, en horas de la tardecita, se empezaban a encender las fogatas, en todas las cuadras e incluso casa por medio, las llamas iluminaban el cielo invernal. Los chicos y nuestros padres y hermanos mayores nos agrupábamos junto a la fogata aprovechando que su calor nos abstraía por un rato del frío del invierno. Vivíamos momentos felices entre todos con risas y cantos, se mezclaban los cantos y gritos en la gélida noche banderolense, mirando cómo se quemaba todo hasta convertirse en brasa a donde tirábamos batatas para cocinarlas y luego comerlas antes que se redujeran en cenizas, anunciando que la fogata había llegado a su fin. También solíamos juntar hojas de la planta siempre verde y las arrojábamos al fuego, al entrar en contacto con el calor, explotan como petardos.
Miradas de otros tiempos... Las generaciones de hoy ya no conservan estas tradiciones. Por eso es importante que la comunidad educativa del jardin de infantes, continúe con esta tradición, mezcla rara de paganismo y fe cristiana.
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