
Sonia tiene 27 años de actividad docente como profesora de Música y, desde este año, es docente de primaria. «Vivo en Victorica y tengo cuatro hijos y dos nietos. Más dos chicos que crié como si fueran míos», cuenta a Textual. «Este año titularicé en la Escuela 99, pero solo tuve un contacto personal de dos semanas con mis alumnos. Luego ya vino la pandemia y no los pude ver más».
“Yo los llamo seguido. Inicialmente mi gran preocupación es cómo iba a hacer para darles las actividades y para que les llegue”, dice. «Pero nos fuimos adaptando», agrega.
“Jeremías es uno de los tres chicos de segundo grado que vive en el campo. Envía videos, contando qué hace y leyendo canciones. También envía saludos a sus compañeros y nos hizo conocer hace un mes atrás su mascota preferida, Peludo, su caballo. El mismo que lo acompaña hasta la loma. Normalmente va día por medio a pesar del viento, los días grises, que lo han acompañado pero es evidente que su responsabilidad está primero”, dice la maestra a Diario Textual.
Jeremías vive con sus padres en un puesto ubicado a 30 kilómetros al norte de Santa Isabel, cerca del límite con Mendoza. No tiene señal. «La señal la tiene en un campo vecino, en una loma, a donde concurre acompañado a caballo por su padre o su madre», dice Sonia.
La maestra envía las actividades por celular. Y Jeremías va hasta la loma del campo y, desde allí, recibe las tareas y luego se las envía a su “seño”.
Los videos son emocionantes. “Seño, mirá qué hago de gimnasia”, dice en uno, mientras rueda médano abajo.
Otro video lo muestra mandando saludos a sus compañeros. Y un tercero, sobre el caballo Peludo, leyendo una canción infantil. “Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña, como veía que resistía fue a llamar a otro elefante. Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña, como veían que resistía fueron a llamar a otro elefante…”.
La historia de Jeremías se repite en otros alumnos de los campos. Una historia de sacrificio y responsabilidad.
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