Diócesis de 9 de Julio (26/03/21, Prensa) - La fe, esperanza y amor alientan, sostienen e impulsan a los creyentes a seguir adelante en momentos de incertidumbre y desánimo. Tal fue el mensaje del Obispo Ariel Torrado Mosconi al celebrar la Misa crismal el martes 23 de marzo junto al presbiterio de la diócesis.
La tarde del martes 23 de marzo -en fecha cercana a la Pascua, según lo marca la tradición litúrgica- la comunidad diocesana pudo participar en la celebración eucarística del obispo y el presbiterio, en la cual se consagró el santo crisma, se bendijeron los óleos para la administración de los sacramentos y los sacerdotes renovaron sus promesas de ordenación en el Santuario diocesano de Nuestra Señora de Fátima, debido a la obras de refacción y pintura en la Iglesia catedral donde habitualmente se lleva este acto anual de significativa importancia para una Iglesia particular.
En horas de la tarde los sacerdotes tuvieron un momento de oración con adoración eucarística y el rezo de las vísperas con una meditación. A las 19 hs. se inició la concelebración eucarística de la cual participaron también un diácono, un grupo de religiosas y laicos animando la acción litúrgica y los seminaristas. Los fieles de las distintas localidades del extenso territorio de la diócesis lo pudieron hacer virtualmente. En la homilía, reflexionando sobre la situación actual e invitando a tener una mirada creyente sobre ella, monseñor Torrado Mosconi apeló a las imágenes de la luz, el ancla y el banquete para expresar exhortar a profundizar en una vivencia más honda y comprometida de la fe, la esperanza y el amor que animan y definen la vida cristiana toda.
Refiriéndose a la fe dijo: “Hemos de redescubrir nuestra fe cristiana, la buena noticia del Señor, como aquella luz clara, esplendorosa y bella que orienta nuestra vida, da significado a la existencia, permite atravesar confiados y sin temor las “sombras de muerte” para alcanzar aquella Verdad que hace nuevas todas las cosas”. Reflexionando sobre la esperanza afirmó: “Se suele hablar de una nueva normalidad, pero no sabemos bien en qué consistirá. Es a causa de ello que bien podemos revalorizar la esperanza como aquella ancla de la nave en medio del mar tormentoso -imagen tan querida por las primeras generaciones cristianas- que nos asegura y sostiene en la tempestad para no naufragar ni encallar en el mar turbulento de nuestro mundo actual”. Y, en cuanto al amor dijo: “¡Seamos ministros de la fraternidad: Conduzcamos a nuestra gente a transitar del individualismo a la convivencia fraternal, de la división a la comunión, del “sálvese quien pueda” al amor recíproco!”
Dirigiéndose a los sacerdotes les encomendó particularmente a los jóvenes de cada una de sus comunidades e invitó a tomar el reciente viaje apostólico del Santo Padre a Irak como un verdadero paradigma de acción evangelizadora. “Hemos sido ungidos para ser ministros de la luz, pidamos un renovado ardor evangelizador, y así mostrar el sentido y la belleza de la vida a todos, pero especialmente a los más jóvenes” y “El reciente viaje apostólico del Santo Padre a Irak ha sido un episodio verdaderamente trascendental para el mundo y la Iglesia, de cuya significación debemos seguir sacando consecuencias y lecciones. Para mí -para nosotros en tanto pastores- es un genuino llamado y desafío a ir al “Irak” de nuestras comunidades: la zona -geográfica y existencial- más alejada y compleja, dividida y herida, avasallada y olvidada de nuestra propia parroquia. Este viaje pastoral del Papa Francisco es parábola, profecía y signo de hacia dónde debemos ir y cómo estar en cuanto Iglesia”.
Antes de la bendición final saludo a cuantos participaron tanto virtual como presencialmente reiterando el llamado a seguir viviendo en fraternal y esperanzada comunión. Luego de la celebración litúrgica los sacerdotes fueron recibidos por el obispo Ariel en su casa del obispado donde compartieron un cordial ágape fraterno antes de partir a sus comunidades. En ellas, durante esta semana, prosiguen colaborando mutua y conjuntamente durante estas semanas para atender las confesiones de los fieles y luego abocarse a las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa y el sagrado Triduo pascual
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